Somos Todos

Wednesday, June 13, 2012

Elegir a ciegas



Un señor cuya camiseta dice, en la espalda, “nos conviene a todos” corre desde la pick-up (estacionada en doble fila y con el motor prendido) con los brazos llenos de rollos de plástico, deja en el suelo todos los rollos menos uno y se sube ágilmente por la escalera de mano detenida en un poste. En ese mismo poste hay, ya, carteles de un material plástico con otras dos caras: una sugiere “por más seguridad y menos crimen”; la otra, “+ certeza + futuro”.
El señor que trepa hace todo lo posible por rasgar las otras caras durante su ascenso, y finalmente cuelga su propio cartel (la cara aquí dice, como su camiseta, “nos conviene a todos”) encima de los demás, antes de bajar a toda prisa, recoger los demás carteles y correr hacia el siguiente poste. La misma operación sucede en las tres o cuatro cuadras aledañas, con por lo menos seis pick-ups a la vista.
Estacionados en doble fila del otro lado de la calle hay tres camioncitos idénticos con anuncios idénticos donde urgen al público a votar por un candidato que, en su vida académica, era ecologista. Los camioncitos están encendidos, contaminando y estorbando, y en cuanto se incorporen al tránsito, empeorarán los embotellamientos.
Los ciudadanos tenemos, pues, tres slogans, tres caras, toneladas de materiales plásticos (algunos ya medio arrancados) colgando de todos nuestros postes, y unos camiones estorbosos. Y ya. No tenemos ni la más recóndita idea de por qué uno nos conviene a todos, o qué nos va a dar más certeza, ni, desde luego, cómo se va a sustituir al crimen con la seguridad.
Tristemente, una de las consecuencias de la contrarreforma del 2007 fue que se prohíbe la discusión, el debate, la exposición de las ideas. Esto, que sucede en mi delegación (voy a votar a ciegas, por quien pienso que le hará menos daño a mi colonia), sucede de un modo aún más dramático respecto de los aspirantes al congreso, y llega hasta la elección presidencial.
Un extranjero con quien comentaba hace poco la elección me preguntó, asombrado, cómo le podíamos llamar democracia al acto de elegir entre programas que no conocemos, representados por políticos que no sabemos cómo piensan, y por partidos a quienes no tenemos forma de reclamarles nada de lo que hagan.
Y sí, es interesante. Es triste. Pero es a lo que los políticos han llevado a nuestra democracia.

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