Sor Juana
De pobreza, obediencia y castidad fueron mis votos.
Si los cuatro mil volúmenes de biblioteca que me acompañaron en el
convento, si mi pasado como dama de compañía de la virreina, si mi alcurnia
contradicen al primer voto, no se considere pecaminoso porque fueron todos
heredados.
Si mi respuesta a Sor Filotea, defensa temprana de los derechos
culturales de la mujer; y si mi querella con el jesuita Vieyra, donde alegué la
existencia de límites entre el amor humano y el divino, constituyeron actos de
desobediencia, considérese ésta expiada con el castigo que me fue impuesto: la
venta de mi biblioteca al final de mi vida y el alejamiento para siempre de las
“letras profanas”.
Y si este amoroso tormento que
me lleva el alma, dejándome el
sentimiento, y que me tiene en dos
partes dividida […] el alma en confusión: una, esclava a la pasión, y otra, a
la razón medida; si la evidencia en mi poesía de los crueles tormentos de
mis amores desbordados constituye un desafío al terrible voto de castidad, por
lo menos finjamos que soy feliz […] un
rato; quizá podréis persuadirme, aunque yo sé lo contrario. Porque es amarte un
delito de que nunca me arrepiento.
Las monjas nos paseamos por los vastos patios de piedra volcánica, y para
no sentirnos menos que nuestros visitantes, casi todos ellos nobles y
adinerados, nuestros hábitos son tan lujosos como los vestidos de la corte. Alrededor
de la gran fuente central, al uso de los más elegantes edificios coloniales,
ventilamos los jugosos rumores del momento. Y cuando ya no puedo más, cuando necesito
leer, me encierro en mi celda, si es que así se le puede llamar a mi biblioteca
de varias piezas, atestada de instrumentos científicos y musicales, único solaz
en mi vida de encierro: Sírvame el
entendimiento alguna vez de descanso, y no siempre esté el ingenio con el
provecho encontrado.
Pero flotando entre los rezos, alentada por las visitas, soñada en el
encierro aparece una idea de amor, una idea lasciva, y por lo tanto pecaminosa para
el escritorio de una monja. Contra los votos jurados, contra todas las
prohibiciones, contra la vigilancia de las hermanas y de los obispos, meto mi
pluma en el tintero y pesco un verso de amor.
El verso se sacude la oscuridad de la tinta y se pone a retozar por las
páginas, salpicándolas de todos los colores y de todos los atrevimientos que me
prohíben mi sexo y mi profesión. ¿Pero qué fue primero, el verso o el
sentimiento? Como si en la solución a este enigma fuera a hallar la cura para la
angustia que de pronto me invade, me pongo a buscar la respuesta entre mis
libros. No encuentro nada más que palabras. Como un náufrago frente a la
tierra, pero abrasándome con el calor de la idea que respiro, me doy cuenta de
que la respuesta está contenida en el domingo, y que ese domingo son todos los
domingos del mundo.
Él viene a misa, a ver a alguna de mis hermanas, y sé que siempre lo he
amado sin reconocerlo. Pero, valor,
corazón, porque en tan dulce tormento, en medio de cualquier suerte no dejar de
amar protesto. Ya no me sirve de esta vida que poseo, sino de condición sola
necesaria al sentimiento.
Y viviré mis días de encierro, días de monja, queriendo querer más,
sabiendo que no debo, y esperando saber más, sabiendo que no puedo: Si para vivir tan poco, ¿de qué sirve saber
tanto? ¡Oh, si como hay de saber hubiera algún seminario o escuela donde a
ignorar se enseñaran los trabajos!
1 Comments:
Aunque terriblemente triste, me gusto este ensayo.
Los buenos escritores reflejan su alma en la tinta de sus plumas, el artista no puede evitar plasmar lo que siente, lo que ha sentido o lo que espera que sentira.
No pude encontrar referencia a tu poesia ni a tu prosa. Lastima no hayas publicado, ni siquiera para ti, aqui en este medio casi anonimo.
Que tristeza que te sientas asi, en estos tiempos en que tengo el corazon carcomido por la pena me provoco una lagrima o dos.
Ojala un dia encuentres al amor de tu vida y que eso te llene; y si lo dejaste atras, que ensimismada entre tus libros encuentres la serena tranquilidad de tu intelecto.
A mi, se me acaba de morir Claudia. Me dicen que cuando desperto del coma abrio los ojos y al saludarla con una lisonja se le ilumino la mirada y sonrio. Es la ultima vez que la supe con vida.
Su prognosis: dano cerebral extenso e irreversible.
Su unica esperanza de vida es encajada en una maquina.
Y yo nunca sabre si algo de ella queda.
No hay peor muerte que vivir asi, sin gusto. Deseando otro destino y atrapado en un tormento sin fin, queriendo morir sin que nadie se atreva a abrevar nuestra existencia.
Me hubiera gustado ensenarte una foto de ella, para que en un gesto, le brindaras una oracion en ese convento en donde esa gran mujer habito.
Buena suerte..
By Unknown, at 4:42 AM
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