Mitin de secuestrados
Se había dicho que
los mítines en “defensa del petróleo” habían estado deslucidos y poco
concurridos; algún comentarista lanzó la hipótesis de que había un hartazgo
social con el tema, con las marchas. No sé qué iba a pasar el domingo 1º de
diciembre; pero es posible que los organizadores hayan decidido no arriesgarse.
Sé de primera mano
que su solución fue secuestrar a los transeúntes: esa mañana, los “operadores”
del mítin detuvieron sistemáticamente a los microbuses y peseros que iban
circulando por ciertas rutas, y obligaron a los pasajeros a “entrarle” a
la manifestación.
Sé de una enfermera
que iba a su trabajo. Es una mujer que necesita su trabajo; que trabaja para
una enferma que la necesita a ella. Había salido a tiempo de su casa y había
pagado la tarifa del transporte. Había calculado llegar a la hora en que tenía
que llegar para relevar a la enfermera del turno anterior.
Pero los
organizadores de la enésima protesta de este año en el zócalo decidieron que no
tenía el derecho de llegar a su trabajo. Que era más importante que se parara
en el zócalo, para llenarlo. A ella y a todos los que viajaban con ella los
obligaron a irse al zócalo para hacer bulto. Algunos protestaron; otros no
supieron cómo hacerlo y se quedaron en el pesero. Tal vez a otros les dio gusto
poder participar.
Pero la enfermera,
después de verse obligada a negociar su libertad, tuvo que descender del pesero
y buscar otro modo de transporte. Tuvo que regresar a algún punto a donde
pudiera conectar con algo que la llevara a su trabajo. Tuvo que pagar, de su
bolsa, estos nuevos transportes y estas nuevas conexiones. Y llegó tarde. Esa
trabajadora, cuyo récord de puntualidad y asistencia era perfecto, llegó tarde
e hizo que la enfermera a la que relevaba también llegara tarde a sus
obligaciones.
Y esta ciudad, que
se describe a sí misma como una ciudad de oportunidades, no impide estos
hechos. Este gobierno, que se considera un gobierno para “los que menos
tienen”, obliga a los pobres a perder sus días haciendo bola en manifestaciones.
¿Dónde está la dignidad que dicen defender? ¿Dónde el respeto a los derechos
humanos por el que claman? En su lucha contra lo que llaman privatización,
privatizan el zócalo para sus propios intereses y expropian la vida privada de
los individuos.
Antes, a los
acarreados les daban una torta y algo de dinero. Ahora, tienen suerte cuando no
les exigen dinero a cambio de liberarlos para irse a trabajar.
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