Verificaciones
Ella tiene más de setenta años, y su coche,
diecisiete. Le ha cambiado medio motor dos veces, lo cual, aunque no equivale a
que todo el motor sea nuevo, sí quiere decir que es un coche que funciona bien.
Tiene calcomanías regulares y periódicas de los Verificentros, lo cual
atestigua que tiene el derecho, dado por las autoridades de la Ciudad, de
circular por ella. Sin embargo, recientemente estas mismas autoridades
decidieron que no puede ir, algunos sábados, a su terapia de espalda. O que
tiene que caminar los más de cuatro kilómetros hasta el gimnasio. O que tiene
que tomar un taxi, que tal vez contamine más.
Él es ciclista de montaña. Los fines de
semana carga su bici y a su perra en su camioneta, junto con otros cuatro o
cinco ciclistas (y perros) y se van a andar por las montañas que rodean al
Valle de México. Pero la ciudad decidió que, un sábado de cada tantos, no puede
sacar la camioneta, que está verificada por las autoridades de la misma ciudad,
por lo cual los otros cuatro o cinco ciclistas tienen que sacar, cada uno, su
propio coche, para subir a la montaña.
Mi coche tiene dos años de edad. Traté de
verificarlo el viernes pasado. Llegué al Verificentro y me formé en la cola,
que a esa hora se había formado afuera, en la avenida, entre dos hileras de
microbuses: los que están permanente (e ilegalmente) estacionados “haciendo
base”, es decir, esperando turno para salir; y los que están (ilegalmente)
esperando llenarse de pasajeros. Salió a hablar conmigo un empleado del
Verificentro:
-¿Me
permite su cita?
-No
sabía que hiciera falta cita. Siempre lo traigo aquí y pasa uno como va
llegando.
-Ah, es
que estos días estamos muy llenos. Hay que sacar cita.
-Muy
bien, ¿me la puede dar para el lunes?
-No;
las de ahorita son para hoy a las cinco de la tarde.
-Yo no
puedo venir hoy. ¿Cómo saco cita para el lunes?
-Tiene
que venir el lunes y formarse. Y ya si no alcanza, pues saca cita para la
tarde.
Es decir que, para no contaminar, hay que
manejar hasta un Verificentro. Estacionarse entre microbuses que tienen los
motores prendidos para oír el radio, y que contaminan. Formarse. Dejar prendido
el coche en lo que avanza la fila o ir prendiéndolo cada vez que se mueven los
de adelante. Perder media hora o más. Llegar hasta donde hay que llegar para
que le digan a uno que ya no. Sacar cita. Regresar manejando ese mismo día, más
tarde. Tal vez ya no haya citas. Regresar al día siguiente. Repetir todo de
nuevo.
¿En serio? ¿Así es como vamos a conseguir que
el aire de la ciudad esté limpio?
Lo que esto tiene de absurdo, de improvisado,
de falto de respeto por el contribuyente es casi infinito. De risa, si no nos
tocara tan cerca. Los gobernantes de esta ciudad, quienes se desplazan en
absurdas Suburban kilométricas (que pagamos los contribuyentes) muy
probablemente no se enteren de lo que sus disposiciones implican en cuanto a
costo de oportunidad de nuestro tiempo, pérdida de productividad, miles de
horas empleadas en procesos estériles. Muy probablemente son sus choferes,
asistentes, secretarios o mandaderos (a quienes también pagamos nosotros)
quienes lleven sus camionetas a verificar.
Que suban los estándares para que uno sólo
tenga que ir una vez al año. Que sólo los coches que no contaminan tengan
calcomanía. Que los coches con calcomanía no tengan restricciones. Que los que
contaminan no circulen. Que arreglen los cruces donde se forman embotellamientos.
Que instalen semáforos inteligentes. Que empleen las tecnologías que se usan en
todo el mundo para regular el tránsito. Que entrenen a los policías. Que
arreglen el transporte público (y no me refiero sólo a que no contamine; sino a
que haya transporte público). Que no permitan la circulación de camiones,
pipas, revolvedoras, metrobuses, autobuses foráneos y demás transportes que echan
humo como si fueran de leña. Por cierto, ¿por qué esta ciudad discrimina tan
ostensiblemente a los coches particulares, mientras deja que los otros vehículos
contaminen aparatosa y tranquilamente sin que nadie los toque?
Pero que no nos fuercen a perder el tiempo
ni a contaminar más.
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