Somos Todos

Friday, August 25, 2006

Un zoológico desparramado

Llevo tanto tiempo sin escribir, que casi todo lo que he pensado sobre la invasión de Reforma ya se ha dicho o ya es viejo; pero no resisto la tentación de decirlo de todas formas.

El día que renunció a su responsabilidad como alcalde de la ciudad, tratando de justificar su posición de pelele de su partido, Encinas anunció triunfante que se trataba de un movimiento de resistencia pacífica y que no echarían mano de la violencia. Sólo para reiterar lo que tanto se ha dicho ya, ¿de veras pensó que no se hace violencia contra los que tienen que transitar por la ciudad? ¿que no se le hace violencia a la belleza y a la importancia de la zona? ¿que no es violento perder el trabajo o los ingresos –sobre todo si se es pobre e indefenso— porque el negocio en que se trabaja se ha quedado sin clientes, no por estupidez de los administradores sino por decisión oficial de las autoridades?

Estoy segura de que todos tendríamos algo que agregarle a esta lista. Para no hacerla interminable, sólo voy a referir un pequeño episodio de la violencia que yo sí recibí. Mi familia política llegó a visitarnos justamente el miércoles de la semana en que se instaló la invasión. Como se hace cuando quiere uno presumirles la ciudad a extranjeros, habíamos programado visitar el Museo de Antropología y el Castillo de Chapultepec, ir a ver algo en Bellas Artes, comer en el centro, admirar el Templo Mayor y Catedral.

¿Cómo les explica uno a los europeos que en este país no sólo se tolera sino se alienta el bloqueo de calles, la toma de instalaciones, el secuestro de funcionarios? ¿Cómo se explica la noción de pena ajena?

Mi cuñadita insistió, a pesar de todo, en ir al zoológico, del que yo me había jactado alguna vez. Caminamos desde el Auditorio, con lo que tuvo la oportunidad de observar todo tipo de animales, de ambos lados de las rejas de Chapultepec.

Afuera, me horrorizó una manta en particular, telón de fondo de varios hombres que se echaban una cascarita: “Porque es inocente será presidente”. Señores perredistas: uno no es presidente porque sea inocente, porque se diga honesto o porque en el discurso ponga primero a los pobres. Uno es presidente cuando gana una elección. Punto. Admítanlo y dejen de estorbar.